Los pequeños actos perversos son tan cotidianos que parecen normales.
Empiezan con una sencilla falta de respeto, con una mentira, con una
manipulación. Pero sólo los encontramos insoportables si nos afectan
directamente. Luego, si el grupo social en el que aparecen no reacciona,
estos actos se transforman progresivamente en verdaderas conductas
perversas que tienen graves consecuencias para la salud psicológica de
las víctimas. Al no tener la seguridad de que serán comprendidas, las
víctimas callan y sufren en silencio.
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